Lectura: El diablo a todas horas de Donald Ray Pollock

Título: El diablo a todas horas
Autor: Donald Ray Pollock
Tipo de escrito: Novela
Sinopsis: Cuando Willard Russell, veterano de la segunda guerra mundial, descubre que el cáncer empuja a su mujer hacia una muerte inevitable, concluye que solo Jesús podrá socorrer a quien la ciencia ha condenado; tras erigir un altar en pleno bosque, se entrega a unas sesiones de oración que, poco a poco, se tornarán peligrosamente sangrientas, y en las que participará, estoico, su hijo Arvin. Durante más de dos décadas, desde la resaca posbélica hasta los aparentemente esperanzados años sesenta, Arvin crece en busca de su propia versión de la justicia, rodeado de personajes tan particulares como siniestros: Carl y Sandy Henderson, una pareja de asesinos en serie que patrullan América en una extraña misión homicida; el fugitivo Roy, predicador circense y febril, y su compañero Theodore, guitarrista paralítico y asediado por sus pulsiones; el religioso Preston Teagardin, cruel, sádico y lascivo, y el sheriff corrupto Lee Bodecker, que está dejando de beber. Hombres y mujeres frecuentemente dominados por formas monstruosas de la fe, que perdieron el rumbo en un mundo a la deriva donde Dios no es más que una sombra. (Ed. Libros del Silencio)

Si el mismísimo Chuck Palahniuk dice que tu novela es "más atrayente que cualquier otro libro de ficción publicado en años", sabemos de que palo vas. Se apellida Ray Pollock, nació en Ohio en 1954 y creció en un pueblo -del que no tengo claro qué tipo de experiencias sacó- llamado Knockemstiff. Dejó el instituto para trabajar en una planta cárnica durante más de treinta años y después en una fábrica de papel. Fue en 2009 cuando su vida cambió al graduarse en la Universidad de Ohio y debutar en el panorama literario con Knockemstiff. Años después, vuelve al lugar donde nació y crecieron sus ideas para situar en estas tierras en lo más perdido y profundo de los Estados Unidos toda clase de personajes decadentes, sin futuro, perversos, lascivos, corrompidos, maníacos, borrachos y con falta o exceso de fe. Perfectos en su desgracia, los personajes de Ray Pollock te atrapen desde el principio hasta el final. Hacía muchísimo tiempo que no cogía un libro que me fuese prácticamente imposible soltar. Largo pero agilísimo, con capítulos fragmentados según las escenas, un perfecto equilibrio entre diálogos, descripción y reflexiones -las justas, y casi siempre en modo de observación o recuerdo-. Puede parecer innecesario; cada elemento en El diablo a todas horas existe por algo. Cada botella rota, cada fotografía, cada gesto amable, cada recoveco de piel acariciada conduce exactamente hacia ese trágico, sublime y apoteósico final. No sobra nada; todo es imprescindible. Laos recuerdos del dependiente de la tienda de comestibles dibujan en el lector una imagen cada vez más completo de un ambiente podrido. Muchísimas páginas más tarde lo recordarás. Aquel gesto que parecía gratuito te adelanta el final no escrito. Cada cual trata de escapar y ser feliz a su manera. Sin caer en lo lascivo y lo ordinario -nadie podrá reprocharle eso a este autor- es sencillo y elegante hasta a la hora de hablar de dos torturadores sádicos. Ray Pollock es uno de esos escritores que no dice, sólo cuenta. Y cuenta una historia imperfecta que se te queda grabada, fotograma a fotograma. En cualquier momento puedes echar mano de tu recuerdo de Arvin escuchando el tañir de los huesos muertos.



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