Woolf, la voz silenciosa de Londres

Solía decir que “andar sola por Londres es el mayor descanso”. Entre las enormes avenidas abarrotadas de comercios, transeúntes anónimos y árboles entretejidos por la lluvia, Virginia adoraba perderse. No existir ni para sí misma. Una mujer flaca, hermosa pero algo desgarbada que no era aquella que, junto con su hermana Vanessa y algunos de los más destacados intelectuales de la época, escandalizaba al Londres más puritano de principios del siglo XX. “Hay dos lugares en el mundo en los que una persona puede desaparecer por completo, la ciudad de Londres y los mares del sur”. Y, como bien saben, todo acabó en agua.

La editorial La línea del horizonte añade un segundo número a su recién estrenada colección de viajes literarios con Paseos por Londres de Virginia Woolf. La escritora Laura Freixas prologa esta magnífica selección de algunos de los textos de la autora más destacada del círculo de Bloomsbury sobre la ciudad que le dio los mejores –y algunos de los peores- años de su vida. Hay escritos acerca de las abadías y las catedrales, los muelles, la cámara de los comunes, las casas de hombres ilustres de Londres como las de Dickens, Johnson y Keats. Escribe en Retrato de una londinense sobre la señora Crowe, que quizás era ella misma, o quizás su a la vez amada y odiada hermana Vanessa, o puede que una de tantas mujeres londinenses anónimas que vieron en ella el pistoletazo de salida para la vida autosuficiente. Fue Virginia, la de ojos tristes, la primera en decir aquello de “una mujer debe tener dinero y un cuarto propio si quiere escribir ficción”.
Y está su essay, ese género entre lo periodístico y lo literario, entre la ficción y la autoficción, que no tiene traducción exacta en la producción española, titulado Street Haunting (Ruta callejera). En él utiliza el pretexto de la compra de un lapicero para describir “el mayor placer que nos ofrece la vida urbana en invierno: pasear por las calles de Londres”. Porque tenía que ser invierno y, como a ella le gustaba, preferiblemente al atardecer: “la tarde nos da la irresponsabilidad que brindan la oscuridad y la luz de las farolas. Ya no somos en absoluto nosotros mismos”. Acompañan los relatos Kew Gardens, La duquesa y el joyero y Señora Dalloway. Y entre los capítulos, una selección de algunos de los puntos más atrayentes de la capital inglesa: el mapa literario de Bloomsbury, las librerías de viejo, Saint-Paul y la Abadía de Westminster, los ómnibus, los extranjeros en Londres…


El paseo no acaba aquí. A la edición impresa le acompaña el catálogo online Tras los pasos de Virginia Woolf. Viaje a Londres y los escenarios ingleses de la autora confeccionado por Elisa Alday y Pilar Rubio Remiro, que trazan un viaje literario por Londres en siete días siguiendo los pasos de la autora. Partimos de algunos de los rincones de Bloomsbury donde vivió Virginia: Gordon Square con sus hermanos Vanessa, Thoby y Adrian después que murieran madre y hermanastra, sus angel in the house, y donde arrancaron las famosas tertulias de Bloomsbury; Fitzroy Square, sola con el pequeño Adrian después de que Vanessa se casase con el pintor Clive Bell; Tavistock Square, donde vivió Virginia ya convertida en esposa de Leonard Woolf, y en cuyo solar bombardeado durante la Segunda Guerra Mundial ahora se erige un hotel. También el hogar donde nació Hogarth Press, la pequeña editorial de la pareja que se convertiría en puntera de la vanguardia londinense -pero que rechazó el Ulises de Joyce-. Y habremos de pasear por los Kew Gardens, el castillo de Sissinghurst, la residencia del matrimonio Woolf en Sussex, la Isla de Wight… Si planean pasearse por Londres sigan la pista silenciosa de la autora que fue dos mujeres en sí misma, la que odiaba a la gente y la que no soportaba el rechazo de la gente, la que se odiaba a sí misma y la que deseaba una vida larga y feliz, hasta la National Portrait Gallery, donde se exponen algunos de sus objetos íntimos–fotografías, diarios, un bastón- nunca antes vistos. Y es que ella pensaba que la vista posee una extraña propiedad: reposa solo en la belleza.

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