Negro, negrísimo

“Uno no puede nacer en Birmingham, Alabama, en 1955, y criarse en el Sur de Los Ángeles, cerca de la sede del Partido de las Panteras Negras, y no asumir cierto tipo de responsabilidad social”. He aquí la importancia del contexto, de la experiencia real, física, en el día a día, y sobre todo cuando estás madurando, tan impresionable -tan maleable-. Kerry James Marshall es un estadounidense afroamericano, alto y grande, que viste gorra y sandalias con calcetines, y lleva colgando una sonrisa espléndida. Se ríe, y nadie diría las duras historias que cuentan sus pinturas -y fotografías, y collages y vídeos y viñetas de cómic-... Quizás, precisamente, ése sea el antídoto. Pintura y otras cosas es la primera muestra que se realiza en España del artista. Estará hasta el 26 de octubre en el Palacio de Velázquez del Parque del Retiro (Museo Reina Sofía) y se desdobla en una selección de sus obras más recientes que se muestran en la Fundación Antoni Tàpies de Barcelona.
 
Las imágenes de una iglesia católica, los recortables de una profesora, los cómics que leía de adolescente mientras en su instituto se libraban auténticas batallas, fueron la primera toma de contacto de este artista con el mundo del arte, que iría a culminar en el Otis Art Institute, donde completaría toda su formación. James Marshall se embarcó en un proceso creativo que cuestionaba el "vacío en el banco de imágenes"; es decir, la total ausencia de la raza negra como sujeto en la Historia del Arte. Esta invisibilidad del blackness llevó al artista a retratar a miembros de su comunidad racial de un color negro, negrísimo, que casi los invisibiliza con el fondo del cuadro, tal y como ocurre en la sociedad. Es la idea de la pintura Two naked man: un hombre negro invisible sobre un fondo negro, y un hombre blanco invisible sobre un fondo blanco, pues todo depende del contexto -de nuevo- en el que se mira. Trabajando la negritud, James Marshall también cuestiona los cánones de belleza establecidos, pintando una serie de Venus voluptuosas, sensuales y negras. Negrísimas.
 
Al acceder al luminoso Palacio, tres colores se incrustan en la mirada del espectador: el rojo, el negro y el verde. Tres gigantescos cuadros enmarcan la entrada. Green es una profunda selva verde tras la cual adivinamos un edificio en llamas, como la ira que subyace en toda aparente calma social. Red oculta un mensaje: "if they come in the morning" (y si vienen por la mañana), aquello que se preguntaban todos los activistas por los derechos de la comunidad negra cuando Ángela Davis fue encarcelada en 1868. Y finalmente Black, un escenario oscuro sobre el que ondean tres banderas: la de Estados Unidos, la de Chicago y la Panafricana (tres bandas en rojo, negro y verde). Es la fachada de la Facultad de Malcolm X.
 
 
Él también está. Y Martin Luther King y el presidente John F. Kennedy y su hermano Robert. Vemos el interior del salón de una típica casa de los años 70. La silueta de una mujer -negra, negrísima- se inclina sobre la mesa, y de su espalda brotan dos alas de purpurina dorada. A la derecha, una tapiz negro y purpurinoso llora la pérdida de los héroes. Otra pintura, We mourn our loss, les llama "daddy". Arriba se lee "in memory of", y entre las nubes esponjosas y doradas flotan los rostros de héroes anónimos, orlados como ángeles, con alas de querubín, que murieron por defender a la comunidad negra. Lo hicieron también los Lost boys, que no crecerán, igual que los niños perdidos de Nunca Jamás, pero porque fueron asesinados. Sus cabezas las rodean unas estrellas típicas en los cómics: las de los superhéroes.
 
 

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