Feria de Arte ESTAMPA 2011

“Una feria de arte no es una exposición. No puede plantearse nunca como una exposición ni debe ni puede tener un objetivo pedagógico. Desde mi punto de vista, concluye, el objetivo de una feria es el mercado y el de Estampa, fundamentalmente, vender arte contemporáneo” Chema de Francisco, director de ESTAMPA 2011.


 "Confesiones-Reflexiones I" de Marta Sánchez Luengo

Y visto lo visto, fui a mi primera feria de Arte Contemporáneo con una mentalidad muy bien aprendida y aquilatada: la de una periodista cultural que va a observar y analizar para después narrar al público cómo vivió una mañana en una pequeña parcela del voraz, dinámico, excitante, elitista y enriquecedor mercado del Arte Contemporáneo.

"Calladita estás más guapa" de Sara Sanz.
Quizás ESTAMPA no sea el mejor ejemplo de ninguno de estos términos que he propuesto. Su director la definió como una feria cómoda y amable con el público. Lo fue. No hubo ningún momento en el que me sintiese fuera de lugar, distante o mal observada. Es pequeña, los artistas son emergentes, los galeristas sabidos y educados. El suelo enmoquetado, los techos altos, las luces y las texturas y los colores infinitos, y la mañana fría resguardada al otro lado. Había gente de lo más distinta caminando entre los stans: bebés en carros que contemplaban a sus padres comprar láminas, jóvenes estudiantes de toda materia un tanto pasmados, amigos o conocidos  de galeristas u artistas que charlaban con ellos, animados en un pequeño círculo entre las obras, suscitando envidias por estar tras esa frontera invisible que separa a la gente normal de la que pertenece al mundo del arte.

Tonia Trujillo.

Disparaba mi cámara un segundo tras otro. Las galerías eran de todas partes de España. Hombres trajeados y mujeres de esas que son preciosas por viejas y sabias siempre estaban atentos, observando cómo observabas, preguntándose si querrías comprar la obra, la de 30 euros o la de 4.500, si merecerías tenerla, si te gustaría conocer al artista. Y prácticamente ninguno de los nombres que leía lo conocía con anterioridad, pero iba cogiendo de las mesas, junto a los catálogos a color, tarjetitas con el nombre, web y dirección sobre un fondo con la imágen de una obra de arte de cada joven emergente. Y piensas en acercárte, y entonces piensas en qué podrías decirle, porque ¿qué se le dice a un artistas al que no conoces, ¿qué puedes preguntarle?. Y que se preguntará él, sentado en su silla, o paseando nervioso, cuando ve a alguien contemplar su obra, y si quizás se acerca y observa más de cerca se preguntará ¿le gusta?, ¿no le gusta?, y quizás se alegre solamente por el hecho de que alguien dedique unos minutos de su tiempo a apreciarla o se enfade porque una sensibilidad limitada se atreva a juzgar el fruto de su talento. Observaba un grabado en negro de una chica de aire triste sobre un fondo blanco sucio y rugoso. A través del cristal, daban ganas de estirar los dedos y acariciar las curvas. Debajo, como en casi todos los stans, una serie de grabados más pequeños cuidadosamente envueltos en plástico y dispuestos para venderse. Entonces se me acercó una chica a darme una tarjeta, y era morena y muy sonriente, y tenía un aire melancólico, y volví a mirar a través del cristal, y volví a mirarla a ella, y no supe que preguntarle, y saqué la periodista novata que llevo dentro y le pregunté si un día podría conceder una entrevista a Lit Ar Co e Isabel Gil me respondió que sería un placer.

Isabel Gil.

Y mientras hacía un alto para comer y repasaba los folletos y las tarjetitas que ya me había llevado pensaba en las dos o tres esculturas y en algunos dibujos y grabados ante los que me había quedado muy quieta, muy atenta, muy fascinada y muy joven. Conjeturé una extraña relación acerca de la intrínseca relación entre arte y capitalismo que decidí dejar para las líneas del domingo y paré a disfrutar, como escuece cuando aún no es posible, en ese afán consumista que le entra a uno frente a una obra de arte. El pensar que es interesante, que es escalofriante, que simplemente es hermosa, que te recuerda al verano, que te inspira paz, que quizás no la entiendas bien pero que sólo el mirarla te emociona. Que al fin y al cabo no cuesta más que un televisor o un aparato de cocina, que es el resultado de lo más íntimo y brillante de un ser humano con estrella. Volví y observé aquellas esculturas de mujeres tristes sobre acero y bronce, la que se distorsiona a través del espejo, los colores fosforescentes sobre planchas de aluminio, la mujer excitada entre sus dos amantes pintados en brochazos negros, los bosques en miniaturas dentro de tarros de cristal, el cuadro de corbatas pintarrajeadas... Y haces cálculos. Piensas en el día en que trabajes, te pones un sueldo que no sabes si será cierto, y vuelvo a dar otra vuelta y me digo que compraría una de las pequeñas mujeres de bronce que cualgan de una plataforma y la lamina de la calavera y las rosas.

María Bejarano.

Estos disfrutando de ella. Tengo la cámara llena de fotos, la libreta de notas y el bolso de tarjetitas prometedoras. Pienso en lo bien que la imagen de la calavera con las rosas blancas representa lo que yo entiendo por arte, en cómo el artista no será más que huesos pero su arte será inmortal, siempre joven y fresco. Y entonces un hombre se me acerca y los dos lo seguimos contemplando. ¿Eres artista? me pregunta. Y yo le digo que no, y después de decirlo pienso en que si que soy artista, pero no del tipo de artista de esa feria, y que si entonces puedo considerarme artista. Le digo que soy un proyecto de periodista cultural. Me pregunta si voy a comprarla y yo le digo que ojalá, pero que mis escasísimos ahorros están destinados a una réflex. Sonríe. Disfruta de la tarde me dice. Una vez fuera, al frío de las naves industriales, colmada de goco estético e intelectualidad satisfecha, pienso que aquel hombre podría ser el autor de las calaveras con las rosas, y que seguramente no querría transmitir con su obra lo que a mi me ha transmitido, o quizás si, y que en ese desconocimiento, en sobar que significa una oveja en formol, tres brochazos en naranja, morado y rojo, una calavera de diamantes o mierda enlatada está en el encanto del arte contemporáneo. Es tan sublime y tan eterno que sólo en imágenes en revistas o páginas web parece capaz de ser contemplado. Pero ferias como éstas, tan tranquilas, tan cercanas, un rincón hermosos y prometedor entre toda la vulgaridad del mundo, merecen todas las mañanas frías del mundo.


Gloria Santacruz.

"De la Oscuridad a la Luz- II" de Miguel Ángel Invarato.

Antonio Calleja.

Soledad Córdoba

Javier Calleja

Artigasplanas.

Ana Lilia Martin

Comentarios

  1. Gracias por este fantástico artículo, lo he visto hoy después de dos años y me ha encantado. Soy artista, concretamente una de las que señalas en este artículo.Gloria Santacruz(Foto de esculturas en cúpulas de cristal) y te he encontrado por casualidad.Me ha llenado de nostalgia, el saber de ti de tus opiniones y de tu visión.Portavoz de tantas y tantas miradas anónimas en feias y en exposiciones.Es como escuchar una conversación telefónica de otro,donde hablan de uno mismo por la objetividad del anonimato.Gracias.www.santacruzcasanova.com
    gloria@santacruzcasanova.com

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